El reflejo de natación es, quizá, el más curioso de todos: los bebés sorprenden porque si los meten en la piscina o en la bañera y los sujetan por la tripa, comienzan a realizar movimientos rítmicos y coordinados, como si de verdad estuvieran nadando.
Y asociado a éste existe otro reflejo innato, el de buceo, por el cual los bebés pequeños cierran automáticamente la glotis cuando los sumergen bajo el agua. Algunos científicos relacionan este reflejo con el periodo intrauterino y otros los asocian a nuestro pasado de anfibios. Antes de los 3 meses se pierden ambos.
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