Dentro de este grupo de reflejos, es muy importante el reflejo de la marcha. Si sujetamos a un bebé por debajo de los brazos manteniendole en posición vertical, apoyando sus pies sobre una superficie, el bebé reacciona con movimientos coordinados de los pies “como si andara”. Este reflejo se observa con claridad a partir del cuarto día de vida y suele desaparecer hacia el primer o segundo mes de vida.
Al finalizar su primer año de vida, sin embargo, tendrá que aprender a andar coordinando los movimientos y el equilibrio.
La función de estos reflejos es desconocida ya que no se entiende por qué aparecen estas conductas al nacer, se pierden a los pocos meses y después el niño tiene que aprenderlas nuevamente para poder gatear, andar o nadar.
Las investigaciones más recientes muestran una clara relación entre estos reflejos y el gateo, la marcha o la acción de nadar. Parece que, entrenar al bebé en la práctica de estos reflejos los primeros meses (mientras todavía los muestra) beneficia más tarde el aprendizaje de estas habilidades motoras.
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